El agua de la ducha como tratamiento

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Algún sitio en el que merece la pena explayarse es, en la ducha, cosa que habitualmente hacemos deprisa por cuestión de tiempo. La utilidad de la ducha va mucho más allá de la simple limpieza e higiene y puede equivaler a una maxi-crema completa para todo el cuerpo.

A la vez que nos duchamos podemos sacarle partido a las propiedades y beneficios que tiene el agua, tanto si es fría como caliente.

El agua fria, aumenta y favorece la circulación sanguínea, haciendo que las piernas se sientan más descansadas y evitando que salgan nuevas varices. Tonifica los músculos, la piel se tersa y ayuda a la disolución de la grasa, previniendo la aparición de la celulitis.

Todo lo contrario pasa con el agua caliente, las venas se dilatan y las piernas se inflaman, provocando pesadez y cansancio en las piernas. Aunque no siempre el agua caliente es mala, podemos sacarle provecho si la combinamos con chorros de agua fria, mejorando la circulación sanguínea sin necesidad de tener que pasar por el calvario, en pleno invierno, de tener que utilizar agua fria durante toda la ducha.

Todo esto se consigue aguantando en la ducha unos minutos con los chorros de agua fria o alternando, agua fria y caliente, porque si combinamos la aplicación de las cremas anticelulíticas, con baños de agua caliente, los efectos se neutralizan sin ofrecer ningún resultado.

Para utilizar los chorros de agua fria con los calientes, empieza con los calientes a una temperatura de 35º aproximadamente y antes de terminar la ducha, pasa por todo el cuerpo con movimientos circulares ascendentes, chorros de agua fria. Quedarán cerrados los poros, la piel estará vitalizada y la piel reafirmada.

Al agua, uno de los elementos más imprescindibles que hay en la faz de la tierra y que tanto nos ayuda en cuanto a belleza se refiere, está agotándose. Tenemos que procurar gastarla con cuidado y con conocimiento, porque siempre se puede hidratar, tonificar y purificar gastando el agua necesaria.