El baño y su historia

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Los hombres preguntan: “¿Dónde puedo lavarme las manos?”, y las mujeres: “¿Hay algún lugar para empolvarme la nariz?” Los niños tartamudean: “¿Puedo ir a hacer pis?”, en tanto que los forasteros piden que se les dirija hacia el “excusado”, que los anglosajones han popularizado como “WC”. Lo que en realidad pide todo el mundo es, desde luego, dónde está el retrete más cercano.

Lo cierto es que hemos creado docenas de eufemismos para designar el water, y no digamos para las funciones corporales que se realizan en él. Esta tendencia no se refleja sólo en la moderna urbanidad. Incluso en los tiempos medievales, formalmente menos refinados, castillos y monasterios tenían sus «necesarias».

Erasmo de Rotterdam, el erudito humanista del siglo XVI, que escribió uno de los primeros libros de etiqueta de la historia, nos aporta algunas de las primeras normas escritas de conducta para el “cuarto de baño” y las funciones corporales. Nos advierte que “es descortés saludar a alguien mientras esté orinando o defecando”, y usa lo que se refiere a soltar ventosidades recomienda que se “disimule con una tos el estruendo explosivo… Sígase la ley de sustituir los pedos por toses”.

La historia del “cuarto de baño” tiene su comienzo en Escocia hace diez mil años. Aunque el hombre primitivo, consciente de la toxicidad de sus desechos, se instalaba cerca de alguna fuente natural de agua corriente, fueron los habitantes de las islas Oreadas, frente a la costa de Escocia, quienes construyeron los primeros sistemas tipo letrina para alejar de sus hogares los desechos. Una serie de toscas conducciones iban desde las viviendas de piedra hasta los torrentes, lo que permitía satisfacer las necesidades en el interior en vez de tener que salir al exterior.

En Oriente, la higiene era un imperativo religioso para los antiguos hindúes, y en una época tan lejana como 3000 a.C. muchas casas poseían ya instalaciones sanitarias privadas. En el valle del Indo, en Pakistán, los arqueólogos han descubierto baños públicos y privados provistos de cañerías de barro cocido incrustadas en obra de ladrillo, con grifos para controlar el agua.

Los baños primitivos más perfeccionados de la antigüedad fueron los de las familias reales minoicas en el palacio de Cnossos, en Creta. En el año 20000 a.C., la nobleza minoica disponía de bañeras que se llenaban y vaciaban mediante tuberías verticales de piedra con junturas cementadas. Con el tiempo, fueron sustituidas por tuberías de cerámica esmaltada que se unían entre sí de modo muy parecido a las actuales. Por estas tuberías circulaba agua caliente y fría, y sus conexiones arrastraban los desechos lejos del palacio real, el cual disponía también de un retrete con un depósito encima, lo que permite clasificarlo como el primer water con cisterna en la historia. El depósito estaba destinado a. recoger agua de lluvia o, en ausencia de ésta, a ser llenado manualmente con cubos de agua sacada de una cisterna cercana.

La tecnología del cuarto de baño evolucionó entre los antiguos egipcios. Hacia el año 1500 a.C., las casas de los aristócratas egipcios contaban con tuberías de cobre por las que fluía agua fría y caliente, y el baño corporal completo formaba parte de las ceremonias religiosas. Curiosamente, a los sacerdotes se les exigía tomar cuatro baños fríos completos al día. Los judíos otorgaron aún mayor importancia a los aspectos rituales del baño, pues según la ley mosaica la limpieza corporal equivalía a la pureza moral. Siguiendo las normas dictadas por David y Salomón, aproximadamente desde el año 1000 hasta el 930 a.C., se construyeron en toda Palestina complejas obras públicas para el suministro de agua.