Olores que matan

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Según un estudio sobre el uso del agua desarrollado por la firma de detergente Ariel, casi la mitad de los españoles no se ducha a diario, el 14% lo hace cuatro veces por semana y un 4% pasa por el tramité sólo dos de cada siete días. No es el único informe que descubre deficiencias en nuestros hábitos de higiene. Otro de la Fundación Dental Española en colaboración con Colgate nos pone a caer de un burro en relación al cuidado bucodental, ya que tan sólo el 30% de nuestros compatriotas se lava los dientes tres veces al día y un 29% lo hace una ¡o ninguna! Por si fuera poco, el Estudio Renova sobre el Consumo de Papel Tisú en España desvelaba el inquietante dato de que en el 8% de los hogares españoles (más de ı.200.000) no se compró papel higiénico en 2006. Parte del porcentaje se explica por el incremento de las ventas de toallitas higiénicas húmedas, otra parte, al parecer, supliría la compra con el hurto de rollos de urinarios de uso común… ¿El resto? Mejor ni imaginarlo.

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El caso de los robinsones televisivos es distinto ya que el abandono del desodorante al que se ven sometidos durante dos meses y medio no es fruto de la dejadez…, sino que es una de las imposiciones que mide su capacidad de supervivencia. Dicho desde el respeto, son una especie de terroristas de la higiene por obligación. ¿Cómo se vive la propia falta de aseo durante tanto tiempo? Miriam Sánchez asegura que la experiencia es «mucho más dura de lo que se ve en la tele». Y a juzgar por los escasos integrantes del neceser que la acompañó en su andadura por el concurso, efectivamente, debió de serlo: un jabón ecológico racionado y compartido que hacía las veces de gel de baño, champú y detergente para la ropa; una crema solar que también utilizaba como mascarilla capilar; un cepillo de dientes que vivía rodeado de arena y moscas, y una cuchilla de afeitar que compartía con otras personas…

«El mar era la bañera y el lugar más higiénico para hacer las aguas menores y mayores… Y yo echaba terriblemente de menos mi ducha y la lavadora, que son lujos que no valoras hasta que los pierdes. Aún así te acostumbras y nosotros fuimos, según la organización, el grupo menos pulcro y exquisito, pero más trabajador, de la historia del reality», confiesa la ganadora de la última edición. «Cuando el hambre aprieta, te olvidas de la higiene y la salubridad y te comes tus escrúpulos y todo bicho que se mueva por muy asqueroso que sea y por poco asépticas que sean las circunstancias», añade.

A los pocos días de convivencia, lógicamente, los conflictos por la escasez higiénica acabaron apareciendo en la isla, como sucede en la vida misma cuando uno se topa cada mañana en el metro, la oficina o la cola de la panadería con alguien que, por dejadez o porque las circunstancias le obliguen, no tiene un trato muy cercano con el agua y el jabón.

La plantilla del Juzgado dirigido por Del Olmo presentó una denuncia colectiva por el reiterado y habitual hedor corporal del juez, su halitosis, su indecorosa costumbre de hurgarse en la nariz, los oídos y los pies (¡!), así como su hábito de orinar con la puerta abierta mientras dictaba sus sentencias… Son palabras mayores que, por supuesto, el magistrado ha negado mientras consideraba «desproporcionada y severa» la sanción (6.000 euros más elevada que la impuesta al juez Rafael Tirado por el caso de la niña Mari Luz).

Pero, por muy exótico que parezca el caso del juez, las últimas encuestas demuestran que no son pocos los españoles que tienen cierta alergia al desodorante, aunque casi ninguno se atreva a confesarlo públicamente. Y, llegados a este punto, la siguiente pregunta es: ¿qué hacer cuando tienes que trabajar codo con codo con alguien con las supuestas actitudes del magistrado?

Según los expertos, la solución infantil de dejar un anónimo encima de su mesa con el clásico «¡lávate, guarro!» no es lo más adecuado, y la denuncia a magistratura sólo debe ser el último recurso. Hay que afrontar la situación de cara: «Lo mejor es que una persona cercana a aquél que tiene el problema le haga ver, con tacto y respeto, que mejoraría su situación en la empresa si cambiara de perfume o llevara cada día una camisa distinta, por ejemplo», asegura Carmen Morales, coach y consultora de Recursos Humanos.

En su trayectoria, Morales ha tenido que mediar para solucionar algunos casos de falta de higiene y su consejo para resolverlos es «no caer en el chiste fácil y cruel, sino transmitir a la persona que el aseo es importante para el desarrollo de su carrera profesional». Su experiencia dice que lo normal es que el otro reaccione con vergüenza y acabe cambiando de actitud (y de desodorante…), de manera que raramente estos problemas llegan a los departamentos de personal.

Y más vale que no llegue, porque la falta de aseo e higiene está recogida en el Estatuto de los Trabajadores y en la mayoría de los convenios como una infracción que, en función de su gravedad, puede ser motivo de sanción e incluso de despido.