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Todos hemos soñado, alguna que otra vez, con agua, ya sea de lluvia, del mar o, simplemente, de la ducha de casa. El agua, en nuestros sueños, nos habla de nuestros sentimientos y emociones, de nuestra vida interior, esa que, demasiadas veces, intentamos ocultar a los ojos de los demás, e, incluso, de nosotros mismos. Además, tiene también que ver con nuestra intuición, con nuestro sexto sentido.

Partiendo de esta base, es relativamente fácil interpretar su aparición en nuestros viajes oníricos y, de esta manera, conocernos y entendernos mejor. Si miramos hacia dentro más a menudo y confiamos en nuestras percepciones y en los sentimientos que tenemos ante cada persona o situación, el camino de nuestro desarrollo personal se presentará más despejado ante nosotros.

Por ejemplo, vernos entre aguas tranquilas significa que vivimos un periodo de paz interna y espiritualidad sanadora, y que estamos en armonía con nuestro entorno. Sin embargo, si el agua está revuelta o nos aterrorizamos ante un mar embravecido, hemos de pararnos un momento y analizar nuestras reacciones, pues es probable que nos estemos dejando arrastrar por sentimientos de miedo, angustia o culpa y que sintamos que no podremos tener control sobre ellos.

Podemos encontrar también variadas interpretaciones sobre nuestros sueños con agua, dependiendo de la fuente de la que provenga. Así, el agua de lluvia, producto de la naturaleza, que cae sobre nosotros es un anticipo de una época de paz y nuevos comienzos, siempre que sintamos, al mismo tiempo, sensaciones agradables y deseos de permanecer bajo ella. Pero si, en cambio, sentimos mucha sed y no encontramos forma de saciarla, a pesar de tener agua a nuestro alcance, es que vivimos días en los que nuestros sentimientos no encuentran respuesta y nos sentimos sedientos de sensaciones.

Otro dato a tener en cuenta es si el agua está limpia o turbia. El agua limpia nos habla de sentimientos verdaderos, de sinceridad, de que las cosas marchan por buen camino y así lo percibimos. Las aguas sucias, turbias, nos avisan de que nuestro instinto nos advierte, de que confiemos en nuestra capacidad de percibir más allá ante lo que estamos viviendo mientras estamos despiertos, pues las cosas, las personas que nos rodean, no son, realmente, como quieren aparentar.