AQUÁTICA, filósofa submarina

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Seres de agua y luz

Contra el oscuro fondo del mar, la silueta de mi cuerpo se recortaba iridiscente. Mi mano, la que antes de perder la conciencia me había llenado de confusión, tenía una apariencia transparente, acuosa. En el interior de todo mi cuerpo se distinguían las venas y los órganos –los que ya conocía por las enciclopedias del cuerpo humano de mi infancia-. Pero, a diferencia de los que me resultaban familiares, éstos estaban dotados de una luz propia. La misma que había visto en el resto de criaturas marinas. ¿Tendrían la misma apariencia las terrestres? Mi mente comenzaba a hacerse preguntas que implicaban una aceptación total de mi nueva naturaleza. Algo había cambiado para siempre, no había duda. Me entretuve en mirar cómo circulaba esa savia luminosa por todo mi organismo, en sentirla fluir en mi interior. Me entraron ganas de sonreír al pensar que era lo más parecido a una medusa gigante y, sin embargo, nunca me había sentido más llena y en paz.

El quejido profundo de una sirena me sacó de mi estado contemplativo, y algo se puso alerta en mi interior.