Por la Señora Prudencia
Esto de Internet es abrumador, así se lo digo. Un día llegó Manolito y me regaló un portátil de estos por el día de la madre. Yo se lo agradecí mucho, porque sé que lo hace con toda su buena voluntad, además que es un cacharro caro. En mis adentros pensé que ya me podía haber regalado la Thermomix, dice Amparo que es muy útil y que la masa de las croquetas queda finísima. Yo tengo mis dudas al respecto, en la cocina las cosas se tienen que hacer con amor y paciencia, y parece que de eso hay muy poco hoy en día.
El portátil estuvo en una mesita durante semanas, y claro, yo le quitaba el polvo todos los días. Hasta que un día me animé con Amparo a apuntarme al curso del centro cultural del barrio “Internet para mayores” decía, allá que fuimos. El resto, cómo vinieron un día, me cambiaron la bañera por la ducha y me convertí en blogera (es que no me acostumbro a decirlo, me sigue dando la risilla, me suena a salsa italiana) ya se lo he contado.
El caso es que hay de todo, pero de todo, todo, todo. Yo siempre he sido muy curiosa, en el colegio me encantaba las clases de geografía e historia, y se me daba de cine, pero aquellos eran otros tiempos. Luego conocí a Manolo, nos casamos, y hasta ahora. Pero a mi siempre me gustó lo de viajar, a pesar de que no he tenido muchas oportunidades. Ahora con Internet no paro de investigar, siempre me llamó la atención lo del “viejo oriente”. Encuentro a los orientales de lo más extraños. Amparo, que es un poco racista la verdad, los llama a todos “chinos”, yo le explico que son distintos, en idiomas y todo.
A mi los que de verdad, pero de verdad, me gustan son los japoneses. Mi primo Javier es jesuita y se fue hace años a vivir ahí, así que cuando venía en verano a atiborrarse de croquetas (es que me quedan de muerte) siempre traía regalos de lo más graciosos. Yo creo que a Manolito le viene la afición a los cacharros de las cosas que le traía el primo Javier.
Y ahora con Internet veo la cantidad de cosas que inventan, es de locos. Ayer sin ir más lejos, ví este cachivache, ¡qué gracioso por Dios! Resulta que las japonesas, que son de lo más recatado, tiran constantemente de la cadena en el baño para camuflar los sonidos (yo me sé de más de uno que debería hacerlo) Así que este aparatejo imita el sonido del agua, sin necesidad de andar gastando a lo loco, ¡qué cosas!. Dicen que sirve para ser discreto y salvar el planeta. Me troncho de la risa con los japoneses.